El icono de Nuestra Señora de Filermo
El icono de Nuestra Señora de Filermo es, de entre todos, el icono más sagrado para la Orden de Malta, y desde hace siglos las Damas y Caballeros le son devotos. Es el símbolo por excelencia de la espiritualidad mariana de la antigua Orden de los Hospitalarios de San Juan. Nuestra Señora de Filermo merecería también ser llamada Santa Patrona de los Viajeros, sin desmerecer al «titular» oficial, San Cristóbal: pocas imágenes religiosas han peregrinado tanto, y con tantas aventuras, como este pequeño pero apreciado retrato.
TODO EN ELLA HABLA DE PEREGRINACIÓN
Tan solo para admirar su rostro, del que emana un profundo sentimiento de sacralidad, es necesario emprender un viaje, hasta el Museo Nacional de Arte de Cetinje, en Montenegro, país donde se conserva desde la segunda guerra mundial. Cuando el icono reapareció a finales del siglo XX, tras haber sido dado por desaparecido, fue recibido como se recibe a quien vuelve después de una larga ausencia. Como una madre amada, de quien nada se sabe desde hace años y que, inesperadamente, regresa. Sin embargo, la dimensión viaje o peregrinación es tan solo uno de los fascinantes aspectos de esta pequeña obra maestra. Es aún más extraordinaria la propia historia de la Theotokos Phileremou, la Madre de Dios de Filermo, empezando por el misterio sobre su propio origen. ¿Podría ser verdaderamente obra de Lucas el Evangelista, como cuenta la tradición?
SU HISTORIA, SEGÚN LA TRADICIÓN
El primer testimonio, recogido en el Calendario completo de los Santos rusos y breves noticias milagrosas de la Madre de Dios, no deja lugar a dudas: «Según la tradición, la Hodigitria (la que guía) Filermskaia fue pintada por San Lucas, y consagrada con la bendición de la Madre de Dios. En el año 46 aproximadamente fue llevada a Antioquía, la patria de San Lucas, y después a Jerusalén.
Hacia 430 fue transportada a la iglesia de Santa María de las Blanquernas en Constantinopla. En 626 salvó a la ciudad de los persas (…). En 1204 fue tomada por el ejército latino, transferida a Palestina y de allí a la isla de Malta».
Otro relato, recogido en un texto del siglo XVII, hace referencia al mismo supuesto pintor: «Supuestamente pintado por Lucas el Evangelista», para ofrecer después datos históricos más imprecisos. El icono, según el relato, habría sido transportado hasta Rodas desde Jerusalén «cuando la isla aún estaba sometida a los emperadores de Oriente». Las fechas son inciertas porque Rodas, salvo por la invasión de los persas en 620 y de los árabes (633-665), permaneció sometida a los emperadores de Oriente, al menos sobre el papel, hasta la ocupación de la isla por parte de los Hospitalarios en 1306.
Una tercera versión, finalmente, aparece en una bula magistral de la Orden de los Hospitalarios en 1497. Allí se lee que, según la tradición local, el icono habría llegado a Rodas de modo milagroso: flotando sobre las aguas, en la época del emperador bizantino León III (717-741).
UNA LARGA PEREGRINACIÓN
Dejando de lado estos relatos, existen datos más precisos que demostrarían que la imagen fue alojada en el monte Filermo de Rodas entre 1306 y 1310. También en la pequeña isla mediterránea, sus peregrinaciones fueron constantes. Según lo escrito en 1594 por Giacomo Bosio, autor de relatos sobre santos y beatos de la Orden, la «imagen devotísima» era transportada al interior de los muros cada vez que se perfilaba una amenaza. Este fue el caso, por ejemplo, cuando el ejército turco se preparaba para asediar la isla de Rodas en 1480. Después, tras haber permanecido en la iglesia de Santa Catarina aparentemente, volvía al monte: un trayecto de unos 16 kilómetros.
De Rodas a Malta
La invasión por parte del ejército del sultán Solimán el Magnífico entre 1522 y 1523 condujo a la pérdida de la isla para los Caballeros. El Gran Maestre exiliado, Frey Philipe Villiers de l’Isle Adam, fue autorizado a llevarse consigo las reliquias más veneradas y valiosas de la Orden: la mano derecha de San Juan Bautista, un fragmento de la verdadera Cruz y, justamente, el icono de Nuestra Señora de Filermo, que emprendió esta nueva peregrinación acompañada de un lema, «Afflictis tu spes unica rebus», en el dolor tú eres mi única esperanza.
Así, la imagen sagrada llegó a Italia, primero a Messina y luego a Nápoles, donde fue sacada en procesión durante la peste de 1523. Después llegó el turno de Civitavecchia y Viterbo: allí permaneció tres años, de 1524 a 1527, en la Iglesia de San Faustino y Santa Jovita, donde se conserva un cuadro de la Virgen donado por los Caballeros y venerado aún hoy con el nombre de Nuestra Señora de Constantinopla.
Sin embargo, aún no habían terminado sus muchos viajes. Tras una estancia en Niza y Villafranca, el icono se llevó en 1530 a Malta, donde se instaló en la iglesia de San Lorenzo en Birgu, la «ciudad victoriosa» no lejos del Fuerte Sant’Angelo. Y aquí hay otra leyenda, mencionada una vez más por Giacomo Bosio. Durante el gran asedio de 1565, que se saldó con la victoria de los Caballeros, «se observó a una blanquísima paloma posarse sobre el milagroso icono de Nuestra Señora de Filermo, y allí se quedó durante muchas horas; esa fue para el pueblo la señal de que pronto se levantaría el asedio». Tras un breve paso por la iglesia de Santa María de la Victoria en La Valeta (1571-1578), el icono se emplazó en la concatedral de San Juan en la capital maltesa. Allí permaneció durante más de dos siglos, enriquecida con joyas, vestimentas y accesorios. Sin embargo, aún le esperaban más viajes.
De Malta a San Petersburgo
En 1789, Napoleón ocupó Malta y obligó a los Caballeros a abandonar la isla, ordenando retirar de las iglesias y los palacios los objetos preciosos, incluidos los ricos ornamentos de Nuestra Señora de Filermo. Sin embargo, el icono fue llevado a un lugar seguro por el Gran Maestre Frey Ferdinand von Hompesch, junto a otras dos reliquias, y llegó así a Trieste para una escala más breve, de un año apenas. En 1799, gracias al bailío Giulio Litta, se entregó al zar Pablo I, nuevo Gran Maestre de la Orden. Fue acogida en Gàtchina, cerca de San Petersburgo, y, a demanda expresa del zar, recubierta con una riza, la característica cubierta metálica de los iconos, completamente realizada en oro y adornada con piedras preciosas: solo el rostro queda visible.
Las peregrinaciones no se detuvieron ahí. De Gàtchina el icono fue transportado al Palacio Imperial de Invierno de San Petersburgo, donde permaneció hasta 1917. De allí, viajera infatigable, la imagen se transportaba periódicamente a Gàtchina por algunos días, con ocasión de festejos o ceremonias.
De Rusia a Yugoslavia
Con el estallido de la revolución bolchevique en 1917, el icono llegó al Kremlin, en Moscú, junto a otras reliquias. Y después de nuevo a Gàtchina. Permaneció allí poco tiempo, desplazándose primero a Reval, en Estonia, y después a Copenhague, donde se entregó a María Feodorovna, zarina madre refugiada en Dinamarca. Poco antes de fallecer en 1928, esta la confía a sus hijas, que la confían al Sínodo de obispos de la iglesia ortodoxa rusa fuera de Rusia. Por seguridad, los obispos la conservaron primero en Berlín y después la entregaron al rey Alejandro I de Yugoslavia, que la transportó hasta Belgrado, al Palacio Real de Dedinje. Es aquí donde, durante un bombardeo alemán en 1941, desapareció misteriosamente.
La Orden de Malta intervino: en 1942 el Gran Maestre Frey Ludovico Chigi Albani tuvo conocimiento de que el icono podía encontrarse en el convento de Ostrog, en Montenegro. Sin embargo, una investigación lanzada por el gobernador italiano, Pirzio Biroli, dio resultados negativos: la imagen se había escondido probablemente en algún otro lugar.
SUS REPRODUCCIONES
Durante la ocupación italiana de Rodas, el gobierno de Roma había pedido a Rusia que les enviase de vuelta el icono, para poder retomar el culto en el monte Filermo. Sin conseguir localizar el original, Moscú envió en 1925 una copia, probablemente realizada a demanda del zar Nicolás I en torno a 1852. Esta copia se recibió en el santuario reconstruido del monte Filermo y se confió a los padres franciscanos de Asís. Otra copia, elaborada en 1931 por el italiano Carlo Cane sobre el modelo de la rusa y adornada con un marco con la inscripción «Ave María», acabó en la Catedral de San Juan, en Rodas. Todas estas copias estaban, al igual que la original, condenadas a peregrinar como el original. La copia italiana, de hecho, se transportó posteriormente a la sala capitular del monte Filermo, donde aún se encuentra hoy en día. La copia rusa fue transportada, cuando Rodas fue anexionada a Grecia en 1948, a la Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís, Italia. Allí, a principios de septiembre, se reúnen en peregrinación los miembros de la Orden.
SU REDESCUBRIMIENTO
Pero ¿qué ocurrió con el original? Se redescubrió gracias a la obstinación de una investigadora italiana, Giovannella Bertè Ferraris di Celle. Tras haber escrito en 1988 un libro sobre el icono, no detuvo sus investigaciones: había oído decir, en círculos religiosos y monásticos, particularmente ortodoxos, que las grandes reliquias de Malta y el icono no se habían destruido, sino que se encontraban en un monasterio en la zona sur de lo que aún era Yugoslavia. Tras enviar cartas e insistir repetidamente, llegó finalmente la respuesta del metropolitano de Belgrado: en efecto, ¡el icono se encontraba en Cetinje, en Montenegro! Y así, en mayo de 1997, la tenaz investigadora completó su obra: «Me emocionó poder venerar este santo icono». Algunos años después, del 12 al 15 de marzo de 2004, fue el Gran Maestre de la Orden de Malta Frey Andrew Bertie quién guio la peregrinación hasta el icono. A la cabeza de una delegación de la Orden, rindió un devoto homenaje a las dos reliquias sagradas de la Orden: la verdadera Cruz y la mano de San Juan Bautista, conservada en el monasterio ortodoxo de la Natividad.
Un icono con una historia extraordinaria, aún hoy símbolo de la espiritualidad mariana de la Orden de Malta y emblema de sus vicisitudes históricas. Los miembros de la Orden de Malta, como han hecho sus predecesores a lo largo de los siglos, siguen venerando la imagen e invocándola como protectora, remitiéndose a ella en los más difíciles momentos. El 8 de septiembre se celebra su festividad en todo el mundo.